Yo fui joven, y ya soy viejo, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando pan. Salmos 37:25
¿Y tú, has visto alguna vez un hijo de Dios desamparado? Yo no, nunca lo he visto. Y tengo la seguridad de que nunca lo veré. Es posible que el hijo de Dios pase por momentos de aflicción, necesarias para fortalecer su fe. Mas, su socorro está cercano, la mano de su Dios no le dejará caer.
Es importante que hagamos está distinción al analizar los problemas del mundo, ¿qué hay pestes? Si. ¿Qué hay hambruna? Si. ¿Qué hay desesperanza? Por supuesto que sí. Pero tú y yo podemos estar seguros de que, aunque todos estos males toquen a los hijos de Dios, ninguno de ellos se apoderará de nuestros corazones. Ninguno de ellos podrá arrebatar nuestra paz, nuestro gozo ni nuestra esperanza. Ninguna aflicción nos vencerá, ninguna tormenta derrotará a los hijos de Dios.
Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Filipenses 4:19