Sea el carácter de ustedes sin avaricia, contentos con lo que tienen, porque  Él mismo ha dicho: “nunca te dejaré ni te desampararé.” Hebreos 13:5

Nos sentimos solos. Tengo el convencimiento que la soledad es la gran epidemia de estos tiempos. El desarrollo que nos ha ayudado a vivir en mejores casas, a tener mejores autos, a gozar de lujos y comodidades, es el mismo que nos ha aislado. Nos ha envuelto en afanes, en deudas, en conflictos familiares y poco a poco nos ha endurecido el corazón. Lo irónico de esta historia de terror, es que todo lo hemos hecho huyendo de la soledad, buscando encajar. Persiguiendo ser parte de la sociedad, la misma que nos exige ciertos parámetros, cada vez más altos, para privilegiarlos con su aceptación.

Dios conoce el sentimiento de soledad que  provoca una vida sumida en el sí, un alma cargada de avaricia. Es por eso que recibimos hoy Su voz,  advirtiéndonos sobre la falta de contentamiento y la ambición. El contentamiento es la valiosa capacidad de ser feliz ahora, con lo que tenemos, con lo que somos; y dar gracias a Dios ahora, porque Su mano hasta aquí nos ha guiado. Un corazón agradecido y contento difícilmente estará ansioso, tampoco  estará cargado por deudas vanas, que no puede pagar.

Un corazón que confía en la promesa de Dios, de estar siempre a su lado, nunca sentirá la presión social de tener que encajar a cualquier costo. Tendrá seguridad en la presencia y cuidado de su Dios, y vivirá tranquilo y seguro, bajo el amparo y provisión del Señor.

Inclina mi corazón hacia tus estatutos y no hacia las ganancias desmedidas. Salmo 119:36