De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aún mayores hará, porque yo voy al Padre. Juan 14:12

Durante tres intensos años, el Señor Jesús ejerció su ministerio con un propósito claro y bien definido: predicar las buenas nuevas, y con ello acercar el mundo perdido al Padre celestial. Esa era su misión,  y ningún ataque o tentación logró desenfocarlo.

Antes de ser crucificado, Jesús envió a sus discípulos a continuar la obra de predicación, aún cuando ya Él no esté físicamente con ellos. Les aseguró que iban a recibir un poder sobre natural, un Consolador, recibirían al Santo Espíritu, con el cual podrían dar seguimiento al ministerio y llegar todavía más lejos de lo que Cristo en sus pocos tres años de ministerio llegó. Cristo vino a la tierra con una misión, y antes de marcharse comisionó a sus discípulos para continuar la obra de evangelización en el mundo. De la misma manera, debemos nosotros estar conscientes de cuál es nuestro llamado en Cristo, cuál es esa misión especial que nos ha sido asignada por Dios con el objetivo de alcanzar almas para Su Reino.

El Señor promete respaldar con el Poder de lo alto tu proyecto, tus planes, tus objetivos, cuando estos busquen glorificar a Dios, y cuando de corazón lo hayas puesto al servicio del Reino. Cualquiera que sea tu vocación, ella puede ser usada para mostrar a Cristo, para transformar vidas, y para honrar el Nombre de quien te dotó y envió.

Pon a los pies de Cristo tus proyectos, entrégalo al servicio del Padre, y cosas aún mayores harás, con el Poder del Espíritu Santo.