AROMA AGRADABLE

Como aroma agradable os aceptaré, cuando os haya sacado de entre los pueblos y os haya recogido de las tierras donde estáis dispersos; y mostraré mi santidad entre vosotros a la vista de las naciones. Ezequiel 20:41

La santidad es el aroma preferido por Dios, tanto es así que Él está dispuesto a poner Su propia santidad sobre nosotros. Caminar en santidad es entender que hemos sido escogidos, apartados por el Señor. Así que ya no podemos continuar mezclando nuestras vidas con las cosas impuras de este mundo.

Si quieres oler a santidad, solo debes aceptar a Cristo y Él te cubrirá de sus virtudes, haciéndote santo por completo.  Pero…

La santidad es la parte que le corresponde solo a Dios, Él nos dota de santidad porque es la única manera de poder relacionarse contigo y conmigo. Recordemos que Dios aborrece el pecado y su relación íntima es con el justo (santo), solo al vernos como personas santas es como el Señor se acerca y se relaciona con nosotros, ¿Por qué? Porque Dios es Santo. No obstante, más allá de la santidad, la cual recibimos como un regalo de Dios al aceptar a Cristo como nuestro Señor, existe un proceso que nos corresponde a nosotros como seres humanos. Nuestro deber y llamado es a la santificación.

Como tenemos estas promesas, queridos hermanos, purifiquémonos de todo lo que contamina el cuerpo y el espíritu, para completar en el temor de Dios la obra de nuestra santificación. 2 Corintios 7:1 

La santificación es la parte del proceso que nos toca a ti y a mí, al elegir lo santo en nuestras vidas para perfeccionarnos en el camino de la santidad. Es vestirte de ropas santas, visitar lugares santos, tener amistades santas, hablar palabras santas, tener pensamientos santos.

Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, en esto pensad. Filipenses 4:8

 Dios espera de nosotros que enfoquemos nuestras energías y fuerzas para perfeccionar nuestra santidad y andar junto a Él por el camino de la santificación. Es como aquella persona que estuvo todo el día en un jardín de claveles, al salir de allí será evidente su aroma, todos sabrán donde estuvo. Lo mismo sucede con el que visitó por un instante una pocilga con cerdos, al salir de allí será evidente donde estuvo.

Dios nos ha vestido de blanco, nuestro deber es mantener intacto el vestido hasta el día de la boda con nuestro Señor.

La buena noticia es que la misericordia del Señor es tan grande que se renueva para nosotros día a día, Dios nos da la oportunidad de iniciar una y otra vez.

Aún nos hayamos manchado la ropa blanca con la cual Él nos cubrió, la sangre de Cristo tiene el poder de lavar y quitar esas manchas, blanqueando por completo nuestras vidas y haciéndonos justos nuevamente ante el Padre.

En Él tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia. Efesios 1:7